Nadie nos enseña que primero hay que perder el miedo

Lic. Claudia Guízar Mendoza

Hace unos días, recordaba que justo alrededor de esta fecha —hace apenas un par de años— había tomado la decisión de irme del país. Y al mismo tiempo, pensaba en la innumerable cantidad de cosas que me pasaban por la cabeza y
que me impedían tomar la decisión de irme; entre todo, el miedo de hacerlo sola.

Si hubiera esperado por el momento «correcto», no sé si tal cosa hubiera sucedido, pero logré arriesgarme, hice una lista de por qué confiaba que podía hacerlo y todo lo que podría salir bien y mal. Poco me imaginaba que iban a ser los mejores 7
meses de toda mi vida —hasta ese momento— y que le siguieron 12 meses de viajes, aprendizaje, aventuras, personas nuevas, mucha comida y lo mejor de todo, conocer una versión de mí que ya no le tenía miedo a nada.

Primero, estuve 7 meses en Inglaterra, donde pude estudiar inglés para mejorar mi nivel, mientras daba clases de español y poder pagar mi comida y mis viajes dentro del Reino Unido. Después, había logrado ganar tanta confianza en mí y estaba tan
acostumbrada a pasar tiempo conmigo y a viajar, que no quise terminar ahí mi experiencia y decidí moverme a Francia, donde estuve estudiando francés en una escuela de idiomas en París y también aproveché para dar clases y ahorrar un
poco para seguir estudiando y viajando. Perder el miedo me trajo amigos que ahora forman parte de mi familia, aprendí
viajando y explorando el mundo lo que a veces la escuela no puede enseñarnos.

No me imaginaba lo que sería tener amigos en cada rincón del mundo, listos para recibirme con los brazos abiertos cuando decida explorar nuevos lugares y sumergirme en un entorno completamente nuevo en países diferentes —donde
tienen otra forma de vestir, de nombrar las cosas, de relacionarse, cocinar o aprender.

En este sentido, el intercambio es una oportunidad única para explorar lugares. No sólo adquirimos habilidades lingüísticas, sino que también ganamos una comprensión más profunda de las diferencias culturales y la diversidad del mundo. Aprendemos a ser más independientes, adaptables y seguros de nosotros mismos.

Afrontamos desafíos que nunca antes habíamos experimentado y aprendemos a superarlos. Además, aprendemos a apreciar las diferencias culturales y a comprender que, a pesar de ellas, todos compartimos valores y emociones
universales. Esto nos hace más tolerantes, empáticos y conscientes.

Lo más importante es que el mundo se convierte en nuestra aula y cada día en una lección en sí misma.
Si estás pensando en la posibilidad de un intercambio, investiga a fondo, planifica con anticipación y prepárate para una experiencia que marcará un antes y un después en tu vida.

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